MARTES LITERARIOS.

MANUEL ARRIAZU PRESENTA

"BARRANCOS"

Soledad

El que camina por barrancos camina solo. Tan sólo Lea, la perra, mitiga su soledad. Nadie sino él escucha el canto de los pájaros, el rumor que el viento arranca en las sabinas, el graznar destemplado de los cuervos, el estrépito de una piedra que cae, el ladrido del perro del pastor, los balidos. Nadie sino él mira el almendro que acecha solitario desde lo alto de la loma, las huellas de un gusano que anduvo sobre el polvo de la laja una tarde de lluvia, las pisadas de pájaros sobre la tierra, a orillas del charco que quedó tras la tormenta, el empuje salvaje del agua escrito en los farallones, la huella imposible, la piedra que no debía estar ahí. Nadie sino él detecta el aroma inconfundible del romero, la dulce fragancia del espliego, el perfume indescifrable de la tierra mojada, la esencia del hinojo del que recién cortó una rama. Nadie sino él nota en las yemas de sus dedos el tacto de la piedra pulida por el agua, igual que seda, la rugosidad agreste del liquen que digiere la roca, el roce aterciopelado del musgo, la rara suavidad de la fractura concoidea de la capa de arcilla. Y desdebsu soledad recibe los mensajes que la tierra envía sólo para él, solo.

Balada del lugar sin nombre

Cuando llegue la noche y la luz se diluya
en la paz del silencio del barranco que duerme,
despertarán las sombras y tan sólo la luna
se asomará curiosa por entre los jirones
de las nubes viajeras, con su mirada glauca,
para sembrar de plata el surco atormentado
del cauce en el que el tiempo esculpe los destinos
de este lugar sin nombre.
Si alguna vez lo supo no lo recuerda el viento.
No lo recuerda el agua, ni la luz, ni los pájaros,
el alba no recuerda.
Nadie tiene noticias de que se haya escuchado
el nombre de esta tierra en la voz de los montes,
en el ronco latido del trueno en la tormenta.
El fragor de la lluvia tampoco lo pronuncia.
Tal vez tengan razón y un fragmento de olvido
en mitad de los campos marchitos y sedientos
no necesite nombre.